Reparte tus siete dones…
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Santa Teresita ha venido a recordarnos que nuestra santificación y la de las almas en la Iglesia es un alumbramiento de todos los días. De ninguna manera hay necesidad de ser fuertes o dotados para ser de la Iglesia y servir su causa, para ser la luz del mundo y la sal de la tierra. No somos una Iglesia de poderosos, sino de pecadores y de débiles: porque Jesús ha venido a salvar lo que estaba perdido. ¿De qué encrucijadas no nos ha recogido para comer en la mesa del Padre: cojos, ciegos, enfermos? ¡Qué más da!.
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